Valparaíso parece estar convirtiéndose en otra ciudad mientras su antigua figura se va trasformando en un recuerdo. Es un hecho que existe otra postal, con nuevos negocios y proyectos inmobiliarios que amenazan la vida de barrio. Para algunos es un necesario progreso y el Plan Regulador se ajusta sospechosamente a ello. Otros sin embargo se consideran desplazados, no se conforman al ver cómo se desintegra la identidad local y se organizan como vecinos ante el poder que los destruye. La ciudad sucumbe ante modelos estandarizados y remodelaciones siúticas, donde el residente no tiene cabida ni acceso.