Durante la época más gloriosa de la ciudad llegaron a funcionar 30 ascensores, conectando a sus habitantes entre rieles que vislumbraban un futuro prometedor. Sin embargo, la falta de mantención y la despreocupación convirtieron a éste trasporte público de bajo costo en un objeto inútil y calamitoso. Hoy quedan cinco en manos del municipio y diez a cargo del Estado, mientras los vecinos se siguen preguntando si los 2 mil 400 millones invertidos para su recuperación el año 2012 los despojará de tanta ruina, óxido olvidado y desinterés.