La gentrificación, proceso que renueva los espacios hasta convertirlos en otros, llegó para quedarse. Se observa en boletines que anuncian construcciones renovadas y prometen una hermosa vista a costa de los residentes. Sus pasos de gigante egoísta irrumpen ante el abandono, estigmatización, especulación, encarecimiento y expulsión de los barrios. ¿Quiénes han construido este nuevo orden? Es la pregunta que resuena todos los días ante los adoquines arrancados de la memoria.