Valparaíso se convirtió en un anfiteatro que debe exponer en sus calles la manifestación y ficción histórica de la carnavalización. Pareciera que existe un afán por seguir al primero de la fila, excluir situaciones y adornarlas con la grandilocuencia de la fiesta o puestas en escena. Realidad que deja entre sus despojos excesos, despilfarro de dinero y un cúmulo de desperdicio. A pesar del chimbombo, la música y el tambor, sabemos que la verdadera cultura que identifica a sus habitantes, se encuentra expropiada por la inoperancia.